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Los prisioneros (in)voluntarios de la Academia

El problema de la periferia de la arquitectura es que lo abarca todo, sin
excepciones. Pretender el vallado de los límites “propios” para protegernos de
lo “ajeno” dibuja un panorama ingenuo (en el mejor de los casos) que aprisiona
un espacio escalarmente ridículo. Dentro de esa cárcel disciplinar sólo cabe la
asignación de roles. Podemos distinguir tres: unos serán los carceleros (cada
cual con sus micro-atribuciones y desplazamientos del canon disciplinario),
administrativos varios (necesarios para que funcione la maquinaria represiva) y
otros (los más) interpretaremos el oscarizado papel del recluso.


A los primeros la historia/cultura concede una importancia extraordinaria
ya que garantizan el correcto procesado de los residuos sociales (algo así como
la obra de arte física para Kosuth) mediante la aplicación implacable de
sistemas de reglas heredados, nunca cuestionados… Es un trabajo duro, pero
alguien tiene que hacerlo; en compensación, la sociedad premiará su remunerado
altruismo con vibrante indiferencia. 



Los administrativos penitenciarios son
metáforas de rendimiento, limpieza y claridad. Funcionarios que se deslizan por
los pasillos de la academia con pulidos escobones, eternamente dispuestos a
barrer cualquier sombra de porquería que desluzca la necesaria labor de sus
patrones. En alguna ocasión alguien planteó la posibilidad de cancelar sus
contratos laborales, argumentando su prescindibilidad o su redundancia…. La
mera verbalización hizo temblar los cimientos de la institución, que se apresuró
a eliminar al disidente burócrata. 



El tercer y, quizás, más bello estrato en
esta alegoría cautiva se compone de los presos. (In)voluntarios koolhaasianos
que aceptan con agrado los dictados de sus carceleros (asumidos como
superiores).  Reclusos obedientes que no pierden el tiempo tratando de
fugarse de los límites establecidos, porque intuyen que no hay nada más allá de
esta cárcel de
estética impoluta. La dominación cultural es tan soberbia como
para reprimir el más mínimo embarazo revolucionario, incluso antes de concebirse.


Al lector atento no se le habrá escapado que ésta academia demanda
ideólogos eficaces y lúcidos, alcaides multiformes y transgénicos dispuestos a
manejar los destinos de los reos con libidinal curiosidad. Pues bien, también
los hay.


Como atajo visual, y aún no siendo simétrica a esta descripción, una imagen
que nos acerca a este ensueño es la Ciudad Coclea Temporal de Superstudio
(1971), prisión de la memoria y ruina de lo social…. Orwelliana, bradburiana,
lipovetskiana y más allá.


En fin, una lástima porque parece ser
que desde fuera se ve todo con 
más perspectiva….